La alimentación es un factor clave que nos proporciona un doble beneficio en cuanto al colágeno, ya que algunos alimentos nos brindan directamente los aminoácidos necesarios para producirlo (lisina, prolina y glicina), y otros nos proveen nutrientes que favorecen su producción. Los alimentos que contienen estos aminoácidos son básicamente las fuentes de proteína de origen animal, tales como carnes rojas, pollo, pescados, mariscos, huevos y la gelatina. Por otra parte los que favorecen su producción endógena son aquellos ricos en vitamina C, y antioxidantes, como por ejemplo la naranja y los demás cítricos, la guayaba, el kiwi, los frutos rojos, las verduras de color verde y rojo, la soya y sus derivados, el té y los frutos secos.
A cierta edad el organismo empieza a perder, en cierta medida, la capacidad de producir colágeno por sí mismo; algunos autores proponen que la edad en la que empieza a perderse esta facultad va desde los 25 a los 35 años, en lo que sí coinciden es que esta capacidad tiende a perderse de manera irreversible y progresiva de esa edad en adelante tanto para hombres como para mujeres, por lo que se hará inminentemente necesario incrementar el consumo de los alimentos ya mencionados para evitar su carencia.
Algunas de las manifestaciones más frecuentes que se asocian a un bajo consumo/producción de precursores de colágeno son: piel reseca y opaca, aparición de arrugas y líneas de expresión, cabello debilitado, delgado y quebradizo, uñas débiles, poco crecimiento de cabello y uñas, baja cicatrización, flacidez, molestias articulares y óseas; solo por mencionar unas cuantas.
Frente a la carencia de colágeno que suele darse con el paso de tiempo, el consumo de suplementos dietarios de este nutriente cada vez se ha hecho más popular, y frente a esto se abre todo un mundo de información. Es común encontrarlo en presentaciones como tabletas, cápsulas, polvo, granulado, gomas, entre otras. Existen suplementos de colágeno de origen vacuno, porcino, aviar, marino y otros de origen vegetal; variando entre los tipos I, II y III, y se encuentra en forma hidrolizada y no hidrolizada. En general los suplementos dietarios de colágeno, de origen animal, se elaboran utilizando tejidos como piel, huesos, cartílagos, espinas, escamas, de cualquiera las especies. Estos tejidos en especial son los que presentan mayores cantidades de colágeno.
El colágeno no hidrolizado es el colágeno puro o en su estado original, este es una molécula de proteína grande y compleja, lo que hace que su digestión y biodisponibilidad –capacidad de aprovechamiento real de un nutriente- sean muy bajas. El colágeno hidrolizado por su parte, es el colágeno al que se le realiza un proceso químico o enzimático previo, en el que técnicamente dichas moléculas son “divididas” en fracciones más pequeñas, para así facilitar su digestión y mejorar su biodisponibilidad. Básicamente esta es la diferencia entre las dos formas de colágeno, y claramente se evidencia cual de las dos se encuentra en ventaja sobre el otro.
La mayoría de estudios referentes al consumo de colágeno hidrolizado, que hasta ahora se han realizado, apuntan a mejorías en dolencias articulares, casos de osteoartritis, artrosis y otras molestias de tipo óseo o cartilaginoso; en algunos de estos estudios como conclusión se ha dicho que el consumo de suplementos de colágeno debe darse por períodos prolongados, y manteniendo dosis de 10 gramos al día para notar cambios favorables. Se aclara que dicha suplementación no sería, en la mayoría de casos, una opción única de tratamiento, sino un coadyuvante en el manejo de estas patologías y por supuesto su consumo, bajo estas circunstancias, debe ser acompañado y vigilado por el médico tratante. El colágeno hidrolizado por vía oral complementa la nutrición y la regeneración de los tejidos colaginosos, siendo la piel uno de estos, además contribuye a disminuir y desacelerar su deterioro normal.
Fuente de redacción: Camila Henao Uribe – Nutricionista Dietista