Puede ser a diario que nos decimos, “desde hoy voy a comer mas saludable y voy a hacer dieta”.
Debemos concientizarnos de que no se trata de probar dietas extremas e inclusive peligrosas, ya que las consecuencias de una mala nutrición no son solo el sobrepeso y los problemas de imagen de las personas, la cuestión es mucho más de fondo que de forma. No obstante, una alimentación saludable y balanceada nos garantiza además de una óptima salud, un cuerpo armonioso.
Como primera medida, es conocido que las frutas y verduras benefician la salud y previenen dolencias, pero, ¿por qué no las consumimos como debemos? ¿Qué esperamos para incluirlas en nuestra alimentación cotidiana? Ir remplazando poco a poco las comidas rápidas, los alimentos menos convenientes y los productos refinados.
A continuación se presentan diez sencillos puntos para cambiar poco a poco los hábitos nutricionales que no convienen a nuestro cuerpo por otros que garanticen salud y bienestar:
- Remplazar poco a poco. Se deben ir cambiando las comidas rápidas, los alimentos menos convenientes y los productos refinados, por frutas y verduras en general, sin centrarse en ninguna especial.
- Dieta mediterránea. Se trata de agregar verduras que van desde el brócoli, el poro o puerro y el apio, hasta las coles de Bruselas y el col morada, y gran variedad de productos vegetales.
- Tener cuidado con las frutas más dulces. En cuanto a frutas, son buenas todas, aunque conviene consumir con moderación las más dulces, como uvas, melón o banano, debido a que además de causar fácilmente la indigestión, pueden contribuir a ocasionar sobrepeso.
- Consumir tres raciones de frutas al día. Acostumbrarse a tomar un vaso de jugo al levantarse y comer dos raciones de fruta (Manzana, Kiwi, naranja): una a media mañana, y otra a media tarde, acompañado de almendras, maní u otros frutos secos.
- Permitirse algunos antojos pero sólo en el desayuno. Con el desayuno se pueden consumir mermeladas de frutas del bosque como arándanos, moras y frambuesas que están elaboradas con fructosa. Además, algunas frutas secas como dátiles y pasas, acompañado de granolas y cereales.
- Incluir en la comida una ensalada. No deben faltar en ella los vegetales variados y abundantes como berenjenas, espinacas o alcachofas.
- Sustituir las carnes por proteínas vegetales. Cambiar la carne por frijoles que tienen un buen contenido proteínico y de carbohidratos de absorción lenta, e incorporar una sopa o puré de verduras, acompañada de pan integral.
- Comida completa y balanceada. Con relación al punto anterior y para quienes definitivamente no pretenden dejar de consumir proteína animal, se recomienda consumir por ejemplo entre 100 o 200 gramos de carne o pescado, y complementarlos con una buena cantidad de verduras asadas como tomates, berenjenas o pimientos, o una ensalada cruda.
- ¿Qué frutas y verduras elegir? No hay fruta o verdura mejor una que otra; lo importante es comenzar a incorporar a la alimentación vegetales lo más variados y abundantes posibles. Son recomendables las coles y espinacas, como peras y manzanas, que aportan más fibra y son ricas en minerales, vitaminas, antioxidantes, flavonoides y otras sustancias protectoras.
- Una pregunta frecuente. ¿Vegetales crudos o cocidos? Aunque los crudos pueden ser algo más benéficos que los cocidos, lo importante es consumir la suficiente cantidad, preferiblemente frescos.
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